SEÑAS de IDENTIDAD. Mediación y conflicto lingüístico
Isabel Quesada Villanueva, Julia Butinya e Irene Sendin Marques |
Dice el filósofo Fernando Savater
que “Las
lenguas tienen dos grandes enemigos, los que las imponen y los que las prohíben”
En unos tiempos convulsamente
tramposos, a la manipulación interesada que nos invita a confundir el significado
con el significante en el lenguaje se le
viene añadiendo, como signo de exclusión, el uso de una u otra lengua como arma
ideológica arrojadiza. El idioma como vehículo de entendimiento dialéctico
común queda relegado a un segundo plano, y el multilingüismo pierde su valor
intrínseco en función de la bandera política que se enarbola.
La realidad es que nadie conoce con
certeza cuántos idiomas hay en el mundo, aunque se estima que la cifra rondaría
los 7000. En los últimos dos mil años en lo que hoy es España se han hablado no
menos de una veintena de lenguas o idiomas. Para no remontarnos demasiado atrás
en el tiempo, y sin pretender ser exhaustivo, en lo que hoy es España se ha
hablado celtíbero, latín, castellano (una lengua romance, derivada del latín
vulgar, que en el Medievo fue la lengua común de lo que hoy sería Castilla y
León, Madrid, Castilla La Mancha y parte de Extremadura), gallego-portugués (en
tierras de lo que hoy sería Galicia, Portugal, la región occidental de Asturias
y las provincias de Zamora y parte de León. Ambos idiomas, el gallego y el
portugués, no se separaron hasta después del siglo XII), el asturleonés (en sus
variantes de asturiano, leonés y mirandés, se hablaba en lo que hoy sería
Asturias, las provincias septentrionales de Castilla y León, Cantabria y las
comarcas de Galicia limítrofes con Asturias, así como en una pequeña región de
Portugal, Miranda do Douro), el cántabro (Cantabria), el castúo (Extremadura),
mozárabe (en Al-Andalus y territorios ocupados durante el dominio
árabe), aragonés (en lo que hoy sería Aragón, algunas comarcas occidentales
de Catalunya y diversas comarcas orientales de Navarra), el occitano-románico
(hasta el siglo XI, que se ramifica en el catalán, el balear, el valenciano y
el occitano. Este último se hablaba en las islas de Cerdeña, Córcega y en zonas
del sur de Francia también), y el euskera (en Euskadi, Navarra y buena parte de
La Rioja, así como en el sur de Francia).
Lo que el mundo conoce hoy como
español se habla como lengua oficial en una veintena de países, cuya población
sumada a aquellos en los que se habla de forma no oficial, ofrece un total
entorno a 600 millones de personas. En algunos países es cooficial con otras
lenguas y, en muchos de ellos coexiste con idiomas o dialectos tribales,
étnicos o locales, sin mayor conflicto. Tampoco parecen estar preocupados por
que pueda poner en riesgo los signos de su identidad nacional, ni cultural. En
Internet –esa aldea global virtual- es la tercera lengua más utilizada, después
del inglés y el chino.
La intolerancia, como
desgraciadamente comprobamos a diario, no es patrimonio exclusivo de nadie, a
pesar de que algunos la cultivan con esmero. En unos casos responde a
estrategias políticas, de mayor ambición que real recorrido, a salvo del daño
en la convivencia que efectivamente ocasionan. Y es que como decía el escritor
Jorge Luis Borges, “Nadie es la patria, pero todos lo somos.”
Para conversar sobre conflictos,
identidad, y lenguas, nos acompañan hoy desde Barcelona, Julia Butinya,
catedrática de Literatura Catalana Medieval, desde Málaga Isabel Victoria Quesada Villanueva, abogada y mediadora, y desde
Vilassar de Mar, la también mediadora y abogada, Irene Sendin Marques.
[Guardo, Palencia. 21/10/2021_P12]
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